sábado, 28 de abril de 2018

Confesiones de los niños del Patrocinio.



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La   tarde estaba soleada, el ambiente se sentía tranquilo, los lápices estaban en su sitio, los folios preparados, las velas en el altar, el agua ante el Señor y los niños dispuestos con sus folios  a ser ellos los protagonistas guiando su primera confesión.

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Estábamos en la iglesia de Santa María de Cervellón, Marivi y Daniel los catequistas, 17 niños y niñas de cuarto de primaria del colegio y sus familiares; en la primera banca se sentaron los pequeños,  en sus rostros se dibujaba la ilusión y expectativa frente al acto que dio inicio a las cinco de la tarde.

Comenzó el sacerdote poniendo la celebración en manos de la santísima trinidad  y seguido dio paso a los niños y niñas que iban pasando con sus reflexiones, lecturas cortas y concisas sobre el don del sacramento de la reconciliación, el AMOR  de Dios Padre, los brazos siempre abiertos  y disponibles y una iglesia que está muy contenta y agradecida de que sus niños se acerquen a este hermoso sacramento.

La Palabra de Dios tuvo voz  en cinco niños que proclamaron de manera encarnada la parábola del hijo prodigo, el sacerdote nos ofreció una viva homilía y se valió de los mismos niños para hacer un dialogo de amigos hablando de cosas de un gran Amigo. Un grupo de  niñas leyeron un examen de conciencia adaptado a sus vivencias diarias donde se preguntaba cosas tales como:   si habían ayuda en casa, si eran buenos compañeros, si compartían…
Escuchada y reflexionada la Palabra de Dios, hecho el examen de conciencia cada niño tomo su lápiz y su folio y de rodillas escribieron en la banca sus “Pecadillos”, escribieron lo que en medio de los nervios, la ilusión y el misterio se les ocurría habían hecho mal para contárselo a uno de los tres sacerdotes que esperaban sentados en las bancas de la iglesia.

Al terminar las confesiones personales y recibir la bendición del sacerdote los niños confiados y contentísimos de la limpieza de sus “vestidos “fueron a tirar sus folios en una tinaja llena de agua, un símbolo que les gusto mucho porque los pecados están escritos con lápiz para que el agua limpiara sus vidas  representadas en  el pequeño folio y a si recibir la luz de Cristo resucitado, esa luz que ellos mismos encendían ante el altar.


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El regalo final fue recibir a nuestra Madre la Virgen del patrocinio representada en una cadena que orgullosísimos lucían a sus familias que esperaban ansiosos y creo que también muy orgullosos de ese momento tan particular, personal y especial para la primera confesión de sus niños.  
Antes de cantar la última canción me parece que el Espíritu Santo dio una bella luz al sacerdote  y es que “una sola luz no brilla mucho, pero todas unidas sí que pueden alumbrar”, y así concluimos  cantando  la canción infantil de la anunciación.   

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