El
verano está aquí, lo siente mi corazón, ilumina con dulzura las buenas historias
de la Madre Paulina sobre su niñez en Lucena y las muchas casas que ha
recorrido durante su vida por dos y hasta tres veces, es fácil imaginarse
aquella joven con nuestra edad sirviendo al Señor con alegría, afrontando la
realidad de su tiempo y construyendo en fidelidad lo que hoy somos y es.
Me
gusta escucharla hablar, tiene un tono de voz suave y en cada recuerdo hay
emoción y la ilusión de una vida bien vivida, que como dice el refrán guarda para la vejez, pasar estos días
en su compañía hizo que valorará el sentido de hacer las cosas, los porque.
Cuando escuchaba sus opciones por cuidar, por rendir el pan, por estar presente
y seguir haciendo en la medida de sus posibilidades era inevitable admirar los
años y la vitalidad que traspasa edad y da sentido real al Evangelio.
En
casa, estaban a partir de las siete, dos hermanas más, Conchi y Araceli, un pan de Dios las dos, y como la historia y
valor del pan, siempre, hasta las migajas es útil para empanar, en estos quince
días ellas empanaron la soledad de mi corazón, fueron como pan partido y
repartido que al final del día me hacia consciente de la realidad de entregar
toda una vida y que ese para siempre, sea
sin cómo y sí, con muchos porque.
Esta experiencia es bonita porque es
compartida, vivida y sentida con ellas y con Gabi, mi hermana, cuando releo
estos días como equipo se llena mi corazón de gozo y agradecimiento porque por gracia de Dios
hemos estado a una como la frase de Maricarmen Blanco, uno más uno es uno, un
uno que se fue consolidando en el dialogo, la flexibilidad de una y de la otra,
el aprender a callar y escuchar, el buscar el bien común antes que el propio y
sobretodo el sentirnos responsables de cuidar, cuidarnos y hacer de Dios los días.
Bueno,
debo de terminar aterrizando los panes y recordarme, más allá de la alegría que permanece, siempre en
cada experiencia hay conejos que se queman, olvidos, disgustos, desacuerdos…
Al final de estos días vuelvo con un plus más, y un deseo de mantener viva la
chispa que arde y que cose mi pan para que en el tiempo pueda ser tan útil como
aquel que recibí estos días.
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