lunes, 12 de abril de 2021

Cruza la puerta y sigue soñando.



Quiero compartir con ustedes mi primera crónica escrita con parámetros, bueno el intento, según mi profesora los personajes son tridimensionales: tienen cuerpo y sobre todo un gran espíritu que enseña lo mejor de la vida. Les comparto un relato sencillo que a mi modo de ver esta cargado de muchas enseñanzas personales que esta escuela me ha brindado.

Agradezco a sus personajes por la apertura y sé que este texto es corto para la gran riqueza, historia y perspectiva que tiene Fe y Alegría María Inmaculada, con éstas palabras quiero compartirles un poquito de lo mucho que he recibido.




Cruza la puerta y sigue soñando.



En medio de las dificultades, mas allá de cuatro paredes, ubicada en el barrio Unión de Petare encontramos nuestra escuela María Inmaculada, un lugar que sin duda no tiene fronteras, abre posibilidades y construye sueños. Vamos a cruzar la puerta.

Se abren las puertas a las siete en punto de la mañana y la cálida sonrisa de la hermana Maribel nos da la bienvenida a la escuela. Entra la señora Iris una mujer madrugadora y dispuesta que se encarga de las llaves de los salones y que lleva impregnada la insignia de los niños que tomados de la mano se dirigen a las aulas para construir sus sueños.

Un rato más tarde, con la puerta abierta de par en par como en ninguna otra escuela, los que pasan saludan, los que llegan preguntan y los de menos nos paramos un rato a saludar a los viejos amigos que no envejecen, al mirarlos nos parece que el tiempo no pasa por ellos.

Entra la señora María, para nosotros un personaje ilustre de la escuela, llega como capitán al barco y toma las riendas de la puerta. Los gritos desde la planada retumban hasta el sexto piso, un método por lo general efectivo. Desde que comenzó la pandemia su labor ha incrementado, ahora tiene instrumentos de combate, un tapiz que empapa con detergente, un espray de alcohol y un termómetro digital, todo un equipo de operación.

La Señora María lleva muchos años sirviendo al colegio, Nos cuenta entre charla y charla que comenzó como limpiadora, con muchos menos años y que después la hermana le dio la responsabilidad de la puerta y con ello un tesoro para su vida, cada niño que ha pasado por esas puertas le ha dado un motivo para vivir.

Cruzamos la puerta y salimos a la famosa planada, un espacio más o menos amplio que sirve para el recreo de los estudiantes, es paso obligatorio para los que llegamos. La planada es precedida por un portón que tiene dibujado un gran corazón de Fe y Alegría, a veces cuando pasan los exalumnos y sus familias por allí nos saludan y cuentan cómo era la escuela, los cambios que ha tenido a nivel estructural y algunos se remontan a los inicios cuando el rio pasaba justo por la calle donde está el portón.

Vamos a cruzar las puertas de la escuela, comenzamos recorriendo el pasillo y subiendo escaleras, la gente va y viene. En el primer piso nos encontramos precedidos por Nuestra Madre y Señora la Virgen Inmaculada, muchas familias de los estudiantes encomiendan sus hogares y los estudios de sus hijos y al terminar los lapsos le compran flores y la visitan para agradecer su compañía.

Continuando el recorrido, pasamos la reja y nos saluda la profesora Lisset actual directora de la escuela, pasamos por su oficina para contarle nuestros proyectos, ella nos animó mucho a continuar y nos contó su experiencia de cómo llego a formar parte de esta familia, un hecho en el que muchos de los presentes nos sentimos identificados. Comenzó con voz firme expresando que alguien creyó en ella, en sus posibilidades y vio más allá de lo que ella misma veía. Paso el tiempo y ella paso por varios cargos y experiencias que la hicieron llegar a dirigir esta familia.

Subimos otro tramo de escaleras y llegamos al segundo piso, para la mayoría nuestro piso predilecto, las puertas que podemos abrir nos ofrecen bienestar y acogida. Al final de las escaleras la primera puerta que podemos tocar es la puerta de la hermana Maribel.

Al pasar por aquí sabemos que la hermana puede estar en cualquier espacio de la escuela, lo mismo tirando la basura que asistiendo a importantes reuniones. Maribel es una mujer incansable, lleva muchos años viviendo en la escuela, compartiendo el carisma de la su Congregación de Hijas del Patrocinio de María: la oración, la sencillez y el buen ejemplo, sus horas son para la escuela, ella entro muy joven por esas puertas proveniente de España y han pasado los años y ella sigue recibiendo generaciones, si hay alguien que conoce la gente, su sentir y su vivir es ella.

Si la puerta está abierta pasamos con toda la seguridad de que ella nos atiende con su cálida sonrisa, nos ofrece un buen consejo, nos comprende y nos anima en nuestras luchas. Hemos tenido la suerte de pasar muchas veces por esta puerta y verla cerrada por que ella está acompañando a niños, jóvenes y a gente grande. La hermana es para nosotros un alivio, aunque en sus manos no esté la solución, porque nos trasmite su fe y su confianza en Dios.

En el mismo pasillo esta la secretaria, la puerta no se toca porque siempre está abierta, nos saluda la secretaria y con gran disposición nos atiende. A la mujer que esta allí la admiramos bastante, llega temprano y desde el inicio está disponible, es una puerta textualmente abierta.

Al fondo de el mismo espacio hay una cocina pequeña que desde un tiempo para acá se ha convertido en el espacio donde se prepara el café, si subimos sobre las nueve de la mañana encontramos a la señora Marina, preparando con detalle el café, luego cuando está listo pasa con una bandeja por los pasillos ofreciendo a los que estamos por allí un poquito. Recibir el café nos pone una pausa dinámica en nuestra labor y nos dispone a disfrutar de la compañía, porque no se necesitan motivos para llegar a la escuela lo mencionamos “esta es nuestra casa y aunque hoy no es nuestro día de trabajo aquí estamos para acompañar, para olvidar y para vivir de otra manera”

Seguimos subiendo las escaleras, todo está limpio, pintado, decorado y habitado, hay gente, que alegría se siente llegar. Todos los que pasamos le vamos aportando al espíritu familiar de escuela.

Llegamos al tercer nivel, en este piso se encuentra la sala de profesores, allí encontramos a la profesora Janeth, nos saludó con su alegre voz de orientadora y entre novedades de los estudiantes y otros temas que se fueron abordado ella nos hizo un pequeño resumen de su paso por la escuela, Soy docente, fui representante, son muchos años, conociendo, haciendo parte de la historia, una semilla que cae y se hace fecunda. La vida que se multiplica y ahora son sus hijos y nietos, todo un camino impensable y a la vez posible, historias que entrelazadas formar este corazón que no deja de latir.

El reloj avanza, el día se echa encima y la gente sigue entrando y saliendo, mirar los balcones de la escuela es ver gente que está activa a cualquier hora del día. Vemos los profesores, hombres y mujeres de a pie, que varían en edad, formación, carácter, tal cual una familia.

Al subir hemos ido descubriendo que todos los espacios son válidos para dar un consejo, que cantando las penas son menores y que tomar fotos de la escuela y publicarlas en las redes tiene más reacciones que ninguna otra publicación. Nuestra gente, la gente de la escuela desea seguir subiendo las escaleras, desea una buena educación, comprende la realidad y en muchas ocasiones extienden fronteras.

La escuela tiene muchos más pisos, tenemos en el edificio naranja cuarenta y dos puertas, cada una es una posibilidad, al menos así lo vemos los que entramos cada mañana a nuestra escuela. Cuando se mira desde fuera parece más pequeña, pero al entrar nos damos cuenta que sus espacios son seguros y creativos. Nuestra escuela va más allá de estos muros naranjas, a veces la escuela es la casa del profesor y ahora la escuela está en la nube, en el grupo de whatsApp y en los audios de los profesores, representantes y niños que van generando red.

Construyendo el recorrido nos damos cuenta que abrir estas puertas es poco para el legado y la proyección que nuestra escuela tiene. Solo nos queda por decir que hay muchas puertas esperando ser abiertas.

Los que ya cruzamos la puerta queremos contarles que nuestra escuela, la manera de tratar a las personas que llegan, marcan un antes y un después en la vida de los que hemos tenido la suerte de pasar por Aquí. Nuestro compañero Juan con sus palabras lo dice, “María Inmaculada tiene sus propias abuelas, su guía espiritual, la madre que soluciona y el amigo que te espera”, escuchar esas palabras que reconocen y agradecen tanto bien que han recibido de parte de señoras como María, Iris, la hermana, los profesores, el personal de ambiente… hace que interiormente surja en nosotros ese sentimiento de familia, de acogida, que no necesita de mucho tiempo, sí de estar dispuesto a cruzar puertas.

Al caminar por los pasillos de la escuela nos fijamos en todo el tejido social que se va construyendo día a día, el deseo de promover la organización para devolver la dignidad, el ejemplo más cercano son los voluntarios del comedor, personas de la tercera edad que entran al colegio por su propia iniciativa, que sirven en cualquier espacio donde sean requeridos y que desde su compañerismo y sabiduría marcan sendas de esperanza.

Son muchas las personas que entran, que sueñan, que desde el interior y el exterior construyen peldaños de vida con sus acciones, que desde el desayuno amanecen imaginado, buscando alternativas, proyectos e ideas que sostengan la presencia de la escuela en el barrio.

Quedan muchas puertas que abrir y mucho que contar, mientras tanto, la hermana Maribel extraña y espera abrir todos los días a las siete de la mañana para seguir brindando vida al corazón que sigue latiendo en medio de la adversidad, entonces, surge interiormente la pregunta ¿Quiénes se atreverán a abrir las siguientes puertas?











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Repaso, reinicio, ilusión