Estoy agradecida, me sobran las palabras para expresar lo agradable y diferente que es la
vida desde esta perspectiva.
Siento que a veces no
valoro el gran tesoro que hace parte de mí, de nosotras…, lo he recibido al entrar a la Congregación como
novicia y en estos últimos días lo he contemplado
desde otra perspectiva, con ojos sensibles y de hermana pequeña… he abierto los
ojos y visto el
hermoso tesoro.
Mi tesoro hoy son las hermanas mayores, son ellas las que
guardan y hacen a la Congregación, son ellas las que han entregado su vida en
diferentes sitios y en distintas circunstancias y son las que han procurado con
sus actos el nombre de Hijas del Patrocinio de María.
La realidad de las hermanas
mayores, es una realidad diferente, es una realidad que exige bajar
ritmo, sentirte parte, acompañar y poner
la mejor la mejor cara que llevemos.
Aquí no vale pensar en las distancias, los miedos o los
asuntos personales, aquí valen las sonrisas, el diálogo, la oración, las
sopaipas, la comida juntas, la escucha y lo más importante, lo siento en mi corazón,
es lo que da sentido, recordar por quien lo hago.
…Y Dios que es el
motor, me anima, y nos lleva de su mano donde estemos, nos da
la fuerza para tener corazones sensibles y llenos de
sencillez al servir a las hermanas y a todos aquellos que necesiten de
nosotras.
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