Las clases
terminaron en la escuela Regina Apostolorum, algunos de los compañeros novicios
están ya preparando su primera profesión,
otros continúan su formación y otros están
a la espera de tener fecha.
Un montón de emociones
fluyen tras estos dos años, es una mezcla de tristeza y alegría.
Alegría
porque vamos terminar una primera etapa,
porque seguimos tras las huellas de Jesús, pero ahora unidos a muchos corazones que palpitan y caminan con nosotros,
me refiero a los compañeros y compañeras
de los distintos países que nos reunimos y compartimos clases cada semana
durante los cursos 2017- 2018 y 2018- 2019.
La escuela
nos ha permitido crear un espacio de familia, de cercanía, de diálogo, de
aprendizaje y de amistad; lo que más resonaba en nuestro último encuentro eran
palabras de agradecimiento por las clases, los profesores y por la oportunidad
que nos ofrecen nuestras congregaciones para aprender desde la
interculturalidad y la intercongregacionalidad.
El ambiente
que compartimos en estos cursos ha sido muy rico y diverso, quiero recordar el abanico
de culturas que nos unimos, de casi todos los continentes y lo más hermoso, es que todos apostamos por la Vida Consagrada. En el interior de
muchas personas suena y en el exterior hemos visto como Dios sigue llamando,
sigue convocando en todo el mundo.
Quiero dar
las gracias a los maestros que han estado acompañándonos y viviendo este tiempo
de escuela con nosotros.
Quiero
felicitar y agradecer a mis 15 compañeros
y compañeras que finalizaron conmigo estas clases y a todos los que han ido profesando en el
trascurso del año, porque ellos han dejado huella, nos han enseñado a luchar
por lo que vale la pena y han puesto rostro al Amor de Dios en la
humanidad.
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