sábado, 20 de abril de 2019

Viernes Santo.

El viernes Santo un gran número de personas del pueblo de Villafranca se  acercaron  a la Parroquia Santa Marina de aguas Santas para participar en el Vía crucis convocado para las 12 del medio día.
Se rezó por el camino señalado en el interior de la parroquia,  Alrededor  de 90  personas fueron las que hicieron el recorrido penitencial.  Hombres y mujeres de todas las edades, jóvenes, niños matrimonios y personas mayores se dieron cita para acompañar al Señor en sus últimos momentos. Con su Párroco al frente, don Eugenio el vía crucis comenzó presentado al Señor  las intensiones personales  y recordando a nuestras familias.
El Vía Crucis que se tomó para rezar tenía un esquema sencillo: primero el texto Evangélico, una pequeña reflexión y finalmente un gesto y oración corta. Durante el recorrido del Vía Crucis, silencio, oración y acciones  que nos permitían encarnar en nuestras vidas el  recuerdo de  la Pasión y Muerte de Jesucristo.
Algunos gestos especialmente sentidos fueron: el momento en el que todos los participantes tomamos un pañuelo  y limpiamos las heridas de Jesús desde lo que somos. Cambiar los clavos de la cruz por gestos de vida representados en corazones de papel, los abrazos que simbolizaban la carga de las  cruces  entre nosotros y en comunidad, el despojarnos de cosas materiales con cargas sentimentales como las alianzas, las llaves de casa, el móvil, la cruz que llevas cada día…, la descarga de nuestras propias cruces en rocas que se dejaron al lado del sepulcro del Señor y por último la entrega de cruces de hijos a padres y de jóvenes a personas mayores para agradecer y valorar la sabiduría y lo fundamental de ellos en la vida familiar   y en la vida cristina.
 Cerca de hora y media  duraron las catorce estaciones en las que acompañamos al Señor, y en cada estación fuimos agradeciendo, valorando, pidiendo y compartiendo lo más humano y lo mas sencillo, lagrimas desde lo  hondo, nombres, rostros, respeto y solemnidad.
Después de la bendición y una vez salíamos de la iglesia  para regresar a casa, nuestras cargas y cansancios   parecían haberse  esfumado, y  es que el Vía Crucis fue una experiencia inolvidable que sigue calando en el interior. 

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