Las cenas de Cájar son una oportunidad para compartir, para
recordar...
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Es muy agradable que en
la noche llegue el carro con una sorpresa diferente.
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Muy temprano Vivi ya estaba preparando la masa de maíz para las arepas de
la cena, Gabi y yo pusimos a punto la cebolla y el tomate para el perico
y Sor Asunción vino a probar si la masa estaba blanda. El tiempo que
pasamos juntas preparando fue corto pero muy sustancioso y los resultados para
chuparse los dedos, en media hora estaban las arepas asadas y el perico
caliente para sentarnos a cenar.
Las hermanas recibieron la cena con mucha ilusión ya que la mayoría
de ellas han vivido muchos años en Venezuela y Colombia y disfrutan con nosotras de las comidas
tradicionales de nuestras tierras. Además, en las comunidades se preparan
una que otra vez. Todas cenamos, algunas repetimos y se compartió la
alegría de comer algo tan nuestro como la arepa de maíz del desayuno y el
perico de la mamá.
También tuvimos un espacio para
recordar el tiempo que ha trascurrido, a nuestros seres queridos, lo bailarinas
que han sido algunas hermanas, lo trabajadoras, lo atentas y cariñosas que son
y expresaban tanta riqueza y tantos años de
aprendizajes, amor por la Congregación y entrega sin reservas.
Estos días en Cájar van siendo días de ser hoja en blanco, la edad,
las preferencias y todo lo demás... se dispersa en medio de la alegría de vivir
juntas como hermanas, siendo cada una auténtica y ofreciendo lo que tiene,
porque a medida que pasa el tiempo, son muchas más las cosas que me van
quedando que las que yo puedo dar.
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