sábado, 16 de mayo de 2020

¡NO HAY AGUA! ¡SI HAY VIDA!


Un día más la gente prepara sus peroles para salir en busca de un sitio donde le dejen una manguera a costa de largas filas, calor y extensas distancias, o recurrir a otras medidas más extremas, hoy en el barrio no hay agua como casi todos los días y hay que trasladarse hasta un barrio vecino esperando que allí si haya.
Los niños prestan sus carritos para que la carga no se haga tan pesada, la gente comienza a ingeniarse mecanismos para llevar más agua en menos viajes y hoy como ayer salen todos, nuestros niños, los jóvenes, mujeres, ancianos, todos, se acabó el confinamiento.
Mientras tanto en las casas suenan cantos de amor y alegría, la gente aprovecha para saludar a los vecinos, para sentarse juntos y para practicar entre muchas virtudes la paciencia mezclada con optimismo y esa dosis de chispa que es incomparable y que solo se contempla en los valientes, en los venezolanos que al ritmo de una salsa cargan y cargan el preciado líquido.
En nuestro colegio exprimimos el tanque y durante todo el día con ayuda de un buen amigo y vecino y de la hermana se organizan filas con distancia de un metro, con las medidas justas, el tapabocas… con tal de compartir lo que tenemos lo más equitativamente posible.
Van pasando las horas y el agua gracias a Dios y como en el milagro de las bodas de Caná no se termina, lo difícil de la situación es saber que esto no es nada nuevo, que no hay novedad, que llevan mucho tiempo igual, es tan normal y común no tener agua, que lo que por la calle se ve pasar y a una extranjera como yo le sorprende, a ellos, nuestros hermanos les afecta en su diario, pero no les influye, total llevan días, meses y años en la misma situación.

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Repaso, reinicio, ilusión