La educación en este tiempo de coronavirus demuestra la
madera de la que estamos hechos e inspira en medio de la crisis social a seguir
apostando por nuestros niños y jóvenes que desean estudiar, que quieren luchar
por sus familias, sus proyectos y su futuro.
Cada vez que recibo un trabajo sea en físico por las
circunstancias de internet, de señal y de costo o por medios digitales me
enorgullece tener la oportunidad de ser un ente activo en este tiempo y no por
mi labor, más que por el testimonio de
tantos profesores y estudiantes que ante este tiempo viven y asumen la
educación como un compromiso que requiere de creatividad, optimismo y vocación.
Ver, escuchar y palpar lo que es ser profesor en este tiempo
hace que todos aquellos que soñamos un día con ser profesores nos motivemos
más, es indudable que las circunstancias del coronavirus nos pone unas barreras
invisibles, muy difíciles, muy aterradoras y a veces nos paralizan, pero es
realista pensarlo y vivirlo con audacia, y carisma, es aquí donde encuentro el
sentido de los dones recibidos, de la bondad de los hombres y mujeres que Dios
ha puesto en nuestro corazón y que está en nuestras manos y libertad ponerlos
al servicio.
Quiero parafrasear algunas historias, experiencias y eventos
que han hecho de este tiempo un tiempo inolvidable a nivel educativo, y como no
contar que hay profesores que llegan hasta el último rincón del barrio buscando
llegar a los pequeños niños que con ilusión reciben sus tareas y buscan entre
sus lápices los mejores colores para dar vida a sus sueños.
Como acallar que hay muchos estudiantes que en la noche hacen
sus tareas recurriendo a las esquinitas donde llega algo de señal e internet y
en el día buscan agua, ayudan a rendir los alimentos y animan a sus familias
ante la crisis que es real y que no tiene escape.
Como no felicitar y aplaudir a nuestros coordinadores que han
abrazado con los dos brazos, los pies, la mente y el corazón hasta la última
materia, estudiante y representante para garantizar que la educación no sea
otra barrera más, sino por el contrario, que igual que cuando nuestros muchachos podían
llegar al colegio cada mañana y olvidar sus penas, soñar y luchar para ser mejores, puedan desde sus
casas ser ellos el rayo de esperanza que mantenga viva a nuestra sociedad como
una red de luz que parte de Dios y llega hasta los corazones más lejanos que a
veces no encuentran otra explicación que unas manos que ayudan y una voz que da
confianza y soluciona.
Aplaudamos a todos esos representantes que se han tomado este
tiempo como tiempo de aprendizaje, de volver a ser estudiantes, de recuperar
lazos desgastados, de volver a su colegio para dar la cara y decir con orgullo aquí están los trabajos de mi hijo - de mi
nieto. Que alegría se siente cuando les vemos preocuparse por las notas, por
los puntos, porque profesora dijo () y
por compartir información hasta llegar a todos, porque esto nos demuestra que
somos familia, que la educación es nuestra tabla de esperanza, que no importa
que estemos en casa, porque en casa hay mucho que aprender, mucho que valorar y
mucho que agradecer.
Y por último quiero dar las gracias en nombre de toda esta familia
a Fe y Alegría, a nuestra hermana Maribel,
a Lizet nuestra directora, a nuestro hermano Richard y a
nuestro personal de ambiente por seguir garantizar que esto se mueva, que la
vida no nos paralice y que la fe nos lleve por senderos de ilusión, de soñar mañanas
felices en los que todos volveremos a saludarnos en el pasillo, a subir y bajar
nuestras apreciadas escaleras y de escuchar nuestro colegio lleno de voces y
esperanza.
Que nuestra vida no se
condicione ante el coronavirus, que la educación sea nuestra motivación, que
nuestros niños y jóvenes nos hagan levantar cada día para hacer de Venezuela un
PAÍS DE BUENA MADERA.
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