
Todas nos emocionamos en el encuentro con las hermanas de las comunidades, con los profesores que en otro momento fueron tus compañeros y amigos, los alumnos que no recordabas y que ahora tienen sus hijos en el colegio y ven las hermanas como si por ellas no pasara el tiempo.
Cuantos besos, cuantos abrazos sinceros, cuantas gracias y anécdotas... son innumerables; Ayer cada minuto tuvo sentido, porque no importaba el tiempo, las distancias, los avatares de cada uno, todos estábamos alegres.
Estábamos presentes al ciento por ciento porque nadie era desconocido, porque todos estamos unidos por los cien años escritos a pulso y con tinta de la mejor, eso que parece tan idílico, se vio reflejado en las dos salas de exposición, en sus paredes encontrábamos muchas fotografías que representaban el lema del centenario Creciendo Juntos, los dibujos también de los cien años hechos a mano por niños, jóvenes y adultos, los póster que cada colegio realizo específicamente para la exposición y que reflejan la labor diaria en los colegios, hogares, países, obras sociales y deseos; además las esculturas que con diferentes técnicas y materiales daban volumen y solides a lo que creemos es nuestra Congregación. Y como no mencionar la parte de identidad que ocupaba una parte de las salas, nuestra hermosa bandera blanca, los cuadros de la Virgen del Patrocinio, los cuadros de nuestros fundadores, la madre Amalia, nuestras Superioras Generales y Escudo.
Entre la comida, la venta de las tasas del centenario, las charlas, las sonrisas, los reconocimientos, la premiación de los vídeos y de las esculturas se abrió paso, cada ganador con su esmerado trabajo enunciaba lo que el concurso pretendía y era poner en 3D lo que vivimos y lo que somos.
La tarde paso, los ecos y las despedidas, los autobuses que llegaban y las últimas gracias en palabras y en presencia, porque lo que siguió y seguirá es mucho más grande, es mucho más profundo, es el compromiso de continuar, de crecer, de abonar las tierras y de volver a este día solo para tomar un impulso, porque vale la pena.
Entre la comida, la venta de las tasas del centenario, las charlas, las sonrisas, los reconocimientos, la premiación de los vídeos y de las esculturas se abrió paso, cada ganador con su esmerado trabajo enunciaba lo que el concurso pretendía y era poner en 3D lo que vivimos y lo que somos.
La tarde paso, los ecos y las despedidas, los autobuses que llegaban y las últimas gracias en palabras y en presencia, porque lo que siguió y seguirá es mucho más grande, es mucho más profundo, es el compromiso de continuar, de crecer, de abonar las tierras y de volver a este día solo para tomar un impulso, porque vale la pena.
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