Hoy vuelvo a escribir en
el blog con muchísimo entusiasmo, hace una semana que llegue de ocho días de ejercicios espirituales y quiero
compartir con vosotras un poco de la
experiencia. Los ejercicios en pocas palabras han sido tiempo de
silencio, oración, descanso corporal, distancia y agradecimiento.
La casa de Espiritualidad
de los Jesuitas en Salamanca, nos recibió el día 9 de septiembre, para iniciar
ocho días de ejercicios para postulantes y novicios/as, éramos 25 personas muy
diversas en edad y nacionalidad,
acompañadas por sacerdotes de la casa y dirigidos por Vicente Aznar sacerdote
Jesuita miembro del grupo de Comunicación
Loyola.
Los días trascurrían entre: dos
charlas donde nos entregaba los puntos de oración, una en la mañana y la otra
en la tarde, una plática intermedia para enseñarnos saberes apropiados para nuestro
proceso formativo. El espacio de oración mínimo era de cuatro bloques cada uno
de una hora y distribuido a nuestro parecer, junto con todo ello, cada persona estaba asignada a un acompañante con el que
teníamos reunión una vez al día.
En los puntos de la semana los temas
tratados nos descubrían una pequeña parte de los misterios de la vida de Jesús,
desde la Encarnación, el Nacimiento, un día con Jesús, el Calvario, Muerte y Resurrección.
Además de algunos puntos ignacianos como el Rey terrenal y el Rey eternal y la
manifestación del Resucitado a su Madre.
Los días trascurrían entre: dos
charlas donde nos entregaba los puntos de oración, una en la mañana y la otra
en la tarde, una plática intermedia para enseñarnos saberes apropiados para nuestro
proceso formativo. El espacio de oración mínimo era de cuatro bloques cada uno
de una hora y distribuido a nuestro parecer, junto con todo ello, cada persona estaba asignada a un acompañante con el que
teníamos reunión una vez al día.
He tomado conciencia de tanto bien recibido, lo afortunada que soy, lo
agradecida que debo de estar por el hecho de haber podido dedicar para mi
“recarga” espiritual una semana entera
en la que no he tenido que preocuparme por nada, sólo por aprovechar cada momento y
disfrutar de la oración, de la Amistad… y es tanto, que me he sentido realmente
pequeña, he abierto los ojos con sinceridad para reconocer mis limitaciones, que aunque al comenzar la
semana me pesaban, en el trascurso de los días me iban descubriendo Su Amor, lo Papá-Mamá que es, que me quiere como soy, con mis luces
y oscuridades y lo más importante es
que su cariño es incondicional
y sin reservas.
Sentirme pequeña fue el primer impulso, continué
la semana más tranquila, más cercana, hasta el día en que los puntos
estuvieron todos enfocados al pecado, propio y del mundo, fue un bajarme de la
nube en la que sin darme cuenta me subí, y he de resaltar que estuve ese día
realmente inquieta, me sentí pecadora en mi vida cotidiana, fui al desierto,
recordé todas las veces que caigo, las que no controlo…sus Palabras me devolvieron la luz, la esperanza de
comenzar, entendí que a veces la indiferencia, ese “y qué” … (y qué si hay
enfermedad ó salud…) son una manera muy
agradable de vivir la vida.
La oración diaria me permitió visualizar
la vida que llevo con mucho cariño, porque toda la puse bajo la luz de los
textos que medité, vi el sentido de mi vida cotidiana, las personas con quienes
camino, mi comunidad, mi formación, mi familia…todo cobró una nueva dimensión,
una dimensión que me fortaleció, que desde la mirada misericordiosa de Dios me
empujó a decirles a los que me han preguntado cómo me ha ido, que muy bien, que
tengo muchas ganas de afrontar lo que venga. Los ejercicios como dijo el
sacerdote “me ayudaron a bajarme de los tacones”, a vivir el tiempo con más
intensidad y sin menos prisa y a desear desde el corazón, a vivir mi noviciado
desde el agradecimiento de tener una familia congregacional, una maestra y
hermanas de comunidad y unas raíces que me acompañan, una familia que se va
ilusionando y una fe que profesar con la ayuda de Dios. Mi petición de los
ejercicios es que me permita decir cada día un sí “con su ayuda y favor”.
He vuelto con muchas ganas de dar
todo el Amor que sé que recibo cada día y con muchas ganas también de
contagiarlo, anunciarlo y de “Alabar, Reverenciar y servir” en su Nombre.